INTRODUCCIÓN
Los fieles católicos celebran el 30 de agosto, como todos los años, el Día de Santa Rosa de Lima.
Isabel Flores de Oliva, como se llamaba originalmente, nació en Lima, el 20 de abril de 1586, y murió a los 31 años, en las primeras horas del 24 de agosto de 1617, fiesta de San Bartolomé, tal como ella misma profetizó.
¿Por qué entonces se celebra su día el 30 de agosto y no el día en que nació o murió? El origen de tal celebración está en sus fieles que fijaron ese día para recordarla, el 30 de agosto, posterior a su muerte y a su multitudinario sepelio. Tan popular fue la fecha que al canonizar a Santa Rosa, el 12 de abril de 1671, el papa Clemente X decretó que el 30 de agosto sea su día en el santoral católico.
Llamada Rosa desde niña, por su madre que veía en su rostro bello a tal flor, la santa peruana no solo ayudó a pobres y enfermos, sino que sobre todo se dedicó a la oración y la penitencia. Como integrante de la tercera orden de Santo Domingo se recluyó en una cabaña, en el huerto de su casa, para rezar, usar una corona de espinas y dormir sobre ladrillos. Dedicó su vida por completo a Dios.
Primera santa de América y excelsa Patrona de Lima, del Perú, del Nuevo Mundo y Filipinas, Santa Rosa es, desde el 30 de agosto de 1957, patrona de la Policía Nacional del Perú y la fe en ella está extendida entre los católicos de todo el mundo, a lo que contribuyen los numerosos milagros que se le adjudican.
Isabel Flores de Oliva, como se llamaba originalmente, nació en Lima, el 20 de abril de 1586, y murió a los 31 años, en las primeras horas del 24 de agosto de 1617, fiesta de San Bartolomé, tal como ella misma profetizó.
¿Por qué entonces se celebra su día el 30 de agosto y no el día en que nació o murió? El origen de tal celebración está en sus fieles que fijaron ese día para recordarla, el 30 de agosto, posterior a su muerte y a su multitudinario sepelio. Tan popular fue la fecha que al canonizar a Santa Rosa, el 12 de abril de 1671, el papa Clemente X decretó que el 30 de agosto sea su día en el santoral católico.
Llamada Rosa desde niña, por su madre que veía en su rostro bello a tal flor, la santa peruana no solo ayudó a pobres y enfermos, sino que sobre todo se dedicó a la oración y la penitencia. Como integrante de la tercera orden de Santo Domingo se recluyó en una cabaña, en el huerto de su casa, para rezar, usar una corona de espinas y dormir sobre ladrillos. Dedicó su vida por completo a Dios.
Primera santa de América y excelsa Patrona de Lima, del Perú, del Nuevo Mundo y Filipinas, Santa Rosa es, desde el 30 de agosto de 1957, patrona de la Policía Nacional del Perú y la fe en ella está extendida entre los católicos de todo el mundo, a lo que contribuyen los numerosos milagros que se le adjudican.
(Isabel Flores de Oliva; Lima, 1586 - 1617) Religiosa
peruana de la orden de los dominicos que fue la primera santa de
América. Tras haber dado signos de una intensa precocidad espiritual, a
los veinte años tomó el hábito de terciaria dominica, y consagró su vida
a la atención de los enfermos y niños y a las prácticas ascéticas,
extendiéndose pronto la fama de su santidad. Venerada ya en vida por
sus visiones místicas y por los milagros que se le atribuyeron, en poco
más de medio siglo fue canonizada por la Iglesia católica, que la
declaró patrona de Lima y Perú, y poco después de América, Filipinas e
Indias Orientales.
Biografía
Santa Rosa de Lima nació el 30 de abril de 1586
en la vecindad del hospital del Espíritu Santo de la ciudad de Lima,
entonces capital del virreinato del Perú. Era hija de Gaspar Flores (un
arcabucero de la guardia virreinal natural de San Juan de Puerto Rico) y
de la limeña María de Oliva, que en el curso de su matrimonio dio a su
marido otros doce hijos. Recibió bautismo en la parroquia de San
Sebastián de Lima, siendo sus padrinos Hernando de Valdés y María
Orozco.
En compañía de sus numerosos hermanos, la niña Rosa se
trasladó al pueblo serrano de Quives (localidad andina de la cuenca del
Chillón, cercana a Lima) cuando su padre asumió el empleo de
administrador de un obraje donde se refinaba mineral de plata. Las
biografías de Santa Rosa de Lima han retenido vivamente el hecho de que
en Quives, que era doctrina de frailes mercedarios, la futura santa
recibió en 1597 el sacramento de la confirmación de manos del arzobispo
de Lima, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, quien efectuaba una visita pastoral en la jurisdicción.
Aunque había sido bautizada como Isabel Flores
de Oliva, en la confirmación recibió el nombre de Rosa, apelativo que
sus familiares empleaban prácticamente desde su nacimiento por su
belleza y por una visión que tuvo su madre, en la que el rostro de la
niña se convirtió en una rosa. Santa Rosa asumiría definitivamente tal
nombre más tarde, cuando entendió que era "rosa del jardín de Cristo" y
adoptó la denominación religiosa de Rosa de Santa María.
Ocupándose de la "etapa oscura" en la biografía
de Santa Rosa de Lima, que corresponde precisamente a sus años de
infancia y primera adolescencia en Quives, Luis Millones ha procurado
arrojar nueva luz mediante la interpretación de algunos sueños que
recogen los biógrafos de la santa. Opina Millones que ésa pudo ser la
etapa más importante para la formación de su personalidad, no obstante
el hecho de que los autores han preferido hacer abstracción del entorno
económico y de las experiencias culturales que condicionaron la vida de
la familia Flores-Oliva en la sierra, en un asiento minero vinculado al
meollo de la producción colonial. Probablemente esa vivencia (la visión
cotidiana de los sufrimientos que padecían los trabajadores indios) pudo
ser la que dio a Rosa la preocupación por remediar las enfermedades y
miserias de quienes creerían luego en su virtud.
En Lima
Ya desde su infancia se había manifestado en la
futura santa su vocación religiosa y una singular elevación espiritual.
Había aprendido música, canto y poesía de la mano de su madre, que se
dedicaba a instruir a las hijas de la nobleza. Se afirma que estaba bien
dotada para las labores de costura, con las cuales ayudaría a sostener
el presupuesto familiar. Con el regreso de la familia a la capital
peruana, pronto destacaría por su abnegada entrega a los demás y por sus
extraordinarios dones místicos.
Por aquel entonces, Lima vivía un ambiente de
efervescencia religiosa al que no fue ajeno Santa Rosa: era una época en
que abundaban las atribuciones de milagros, curaciones y todo tipo de
maravillas por parte de una población que ponía gran énfasis en las
virtudes y el ideal de vida cristiano. Alrededor de sesenta personas
fallecieron en "olor de santidad" en la capital peruana entre finales
del siglo XVI y mediados del XVIII. Ello originó una larga serie de
biografías de santos, beatos y siervos de Dios, obras muy parecidas en
su contenido, regidas por las mismas estructuras formales y por análogas
categorías de pensamiento.
En la adolescencia, Santa Rosa se sintió atraída con singular fuerza por el modelo de la dominica Santa Catalina de Siena
(mística toscana del siglo XIV); siguiendo su ejemplo, se despojó de su
atractiva cabellera e hizo voto de castidad perpetua, contrariando los
planes de su padres, cuya idea era casarla. Tras mucha insistencia, los
padres desistieron de sus propósitos y le permitieron seguir su vida
espiritual. Quiso ingresar en la orden dominica, pero al no haber ningún
convento de la orden en la ciudad, en 1606 tomó el hábito de terciaria
dominica en la iglesia limeña de Santo Domingo.
Nunca llegaría a recluirse en un convento; Rosa siguió
viviendo con sus familiares, ayudando en las tareas de la casa y
preocupándose por las personas necesitadas. Bien pronto tuvo gran fama
por sus virtudes, que explayó a lo largo de una vida dedicada a la
educación cristiana de los niños y al cuidado de los enfermos; llegó a
instalar cerca de su casa un hospital para poder asistirlos mejor. En
estos menesteres ayudó al parecer a un fraile mulato que, como ella,
estaba destinado a ser elevado a los altares: San Martín de Porres.
Fueron muy contadas las personas con quienes
Rosa llegó a tener alguna intimidad. En su círculo más estrecho se
hallaban mujeres virtuosas como doña Luisa Melgarejo y su grupo de
"beatas", junto con amigos de la casa paterna y allegados al hogar del
contador Gonzalo de la Maza. Los confesores de Santa Rosa de Lima fueron
mayormente sacerdotes de la congregación dominica. También tuvo trato
espiritual con religiosos de la Compañía de Jesús. Es asimismo
importante el contacto que desarrolló con el doctor Juan del Castillo,
médico extremeño muy versado en asuntos de espiritualidad, con quien
compartió las más secretas minucias de su relación con Dios. Dichos
consejeros espirituales ejercieron profunda influencia sobre Rosa.
No sorprende desde luego que su madre, María de
Oliva, abominase de la cohorte de sacerdotes que rodeaban a su piadosa
hija, porque estaba segura de que los rigores ascéticos que ella misma
se imponía eran "por ser de este parecer, ignorante credulidad y juicio
de algunos confesores", según recuerda un contemporáneo. La conducta
estereotipada de Santa Rosa de Lima se hace más evidente aún cuando se
repara en que, por orden de sus confesores, anotó las diversas mercedes
que había recibido del Cielo, componiendo así el panel titulado Escala espiritual. No se conoce mucho acerca de las lecturas de Santa Rosa, aunque es sabido que encontró inspiración en las obras teológicas de Fray Luis de Granada.
Últimos años
Hacia 1615, y con la ayuda de su hermano
favorito, Hernando Flores de Herrera, construyó una pequeña celda o
ermita en el jardín de la casa de sus padres. Allí, en un espacio de
poco más de dos metros cuadrados (que todavía hoy es posible apreciar),
Santa Rosa de Lima se recogía con fruición a orar y a hacer penitencia,
practicando un severísimo ascetismo, con corona de espinas bajo el velo,
cabellos clavados a la pared para no quedarse dormida, hiel como
bebida, ayunos rigurosos y disciplinas constantes.
Sus biógrafos cuentan que sus experiencias
místicas y estados de éxtasis eran muy frecuentes. Según parece,
semanalmente experimentaba un éxtasis parecido al de Santa Catalina de
Ricci, su coetánea y hermana de hábito; se dice que cada jueves por la
mañana se encerraba en su oratorio y no volvía en sí hasta el sábado por
la mañana. Se le atribuyeron asimismo varios dones, como el de la
profecía (según la tradición, profetizó su muerte un año antes); la
leyenda sostiene que incluso salvó a la capital peruana de una incursión
de piratas.
Santa Rosa de Lima sufrió en ese tiempo la
incomprensión de familiares y amigos y padeció etapas de hondo vacío,
pero todo ello fructificó en una intensa experiencia espiritual, llena
de éxtasis y prodigios, como la comunicación con plantas y animales, sin
perder jamás la alegría de su espíritu (aficionado a componer canciones
de amor con simbolismo místico) y la belleza de su rostro. Llegó así a
alcanzar el grado más alto de la escala mística, el matrimonio
espiritual: la tradición cuenta que, en la iglesia de Santo Domingo, vio
a Jesús, y éste le pidió que fuera su esposa. El 26 de marzo de 1617 se
celebró en la iglesia de Santo Domingo de Lima su místico desposorio
con Cristo, siendo Fray Alonso Velásquez (uno de sus confesores) quien
puso en sus dedos el anillo simbólico en señal de unión perpetua.
Con todo acierto, Rosa había predicho que su vida
terminaría en la casa de su bienhechor y confidente Gonzalo de la Maza
(contador del tribunal de la Santa Cruzada), en la que residió en estos
últimos años. Pocos meses después de aquel místico desposorio, Santa
Rosa de Lima cayó gravemente enferma y quedó afectada por una aguda
hemiplejía. Doña María de Uzátegui, la madrileña esposa del contador, la
admiraba; antes de morir, Santa Rosa solicitó que fuese ella quien la
amortajase. En torno a su lecho de agonía se hallaba el matrimonio de la
Maza-Uzátegui con sus dos hijas, doña Micaela y doña Andrea, y una de
sus discípulas más próximas, Luisa Daza, a quien Santa Rosa de Lima
pidió que entonase una canción con acompañamiento de vihuela. La virgen
limeña entregó así su alma a Dios, el 24 de agosto de 1617, en las
primeras horas de la madrugada; tenía sólo 31 años.
El mismo día de su muerte, por la tarde, se
efectuó el traslado del cadáver de Santa Rosa al convento grande de los
dominicos, llamado de Nuestra Señora del Rosario. Sus exequias fueron
imponentes por su resonancia entre la población capitalina. Una
abigarrada muchedumbre colmó las calzadas, balcones y azoteas en las
nueve cuadras que separaban la calle del Capón (donde se encontraba la
residencia de Gonzalo de la Maza) de dicho templo. Al día siguiente, 25
de agosto, hubo una misa de cuerpo presente oficiada por don Pedro de
Valencia, obispo electo de La Paz, y luego se procedió sigilosamente a
enterrar los restos de la santa en una sala del convento, sin toque de
campanas ni ceremonia alguna, para evitar la aglomeración de fieles y
curiosos.
El proceso que condujo a la beatificación y
canonización de Rosa de Lima empezó casi de inmediato, con la
información de testigos promovida en 1617-1618 por el arzobispo de Lima,
Bartolomé Lobo Guerrero. Tras cinco décadas de procedimiento, el papa
Clemente IX la beatificó en 1668 y un año después la declaró patrona de
Lima y de Perú. Su sucesor, Clemente X, la canonizó en 1671; un año
antes la había declarado además patrona principal de América, Filipinas y
las Indias Orientales. La festividad de Santa Rosa de Lima se celebra
el 30 de agosto en la mayor parte de los países, pese a que el Concilio
Vaticano II la trasladó al 23 de agosto.
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